El currículo Waldorf nace de la comprensión del desarrollo evolutivo del ser humano, desde la niñez a la primera juventud, teniendo en cuenta la progresiva aparición de capacidades vinculadas al ámbito del querer, del sentir  y del pensar. Es decir, nuestra pedagogía busca educar la totalidad del niño, equilibrando el trabajo práctico con sus manos, con el progresivo desarrollo de la voluntad individual y de las capacidades intelectuales.

En los primeros años del niño, por ejemplo, la manera de acercarse a los conocimientos se realiza a través del juego, la fantasía y la imaginación, incorporando paulatinamente el pensamiento abstracto, de modo de evitar la intelectualización precoz de los niños. La pedagogía Waldorf distingue distintos momentos anímicos en que se acentúa el desarrollo de diversas capacidades, basándose en el estudio de la biografía humana a partir de septenios (periodos de siete años).

 La educación Waldorf sustenta su currículum en la concepción del ser humano como un ser espiritual, constituido por cuerpo, alma y espíritu. Por cuanto, esta pedagogía se propone, como un elemento central, cultivar la espiritualidad, los ritos, la devoción natural del niño, el respeto y admiración por los ciclos de la naturaleza, y del ser humano. El currículum, en los diferentes años de la primaria, se adentra en un amplio recorrido por tradiciones religiosas y mitos de creación, sin privilegiar una sobre las otras. De este modo, respetamos el credo religioso que cada familia quiera darle a la formación de sus hijos.

Las distintas escuelas Waldorf que existen en el mundo siguen este movimiento pedagógico creado por Rudolf Steiner, sin embargo, cada uno de ellos es autónomo, tomando sus propias decisiones pedagógicas y organizándose internamente de manera de responder a las distintas comunidades de niños, padres y profesores que las conforman. Este impulso pedagógico ha sido reconocido por la UNESCO.

*Esta información fue tomada de: escuela-waldorf.org